EN REVISTA MAS DECO DE HOY
Hotel Portillo sigue vigente. Sus 63 años de historia lo han
posicionado como uno de los destinos más importantes de Sudamérica para
practicar esquí, en medio de un imponente paisaje cordillerano. Hoy se actualiza
con la remodelación de ciertos espacios antiguos, a cargo de las arquitectas
Nicole Labbé y Carolina del Campo, quienes, manteniendo el espíritu de refugio
del lugar, han incorporado en forma respetuosa su sello contemporáneo.
La historia de Hotel Portillo se remonta al año 1949, cuando el
Gobierno chileno creó el primer centro de esquí de Sudamérica en plena
cordillera de los Andes, frente a la laguna del Inca y a 2.850 metros de altura
sobre el nivel del mar.
Años más tarde la operación de este resort de
montaña quedó en manos de la familia Purcell y desde ese entonces Portillo se ha
transformado en un ícono internacional del deporte blanco. En 1966 se realizó
aquí el primer campeonato mundial de esquí del hemisferio sur.
Este
enorme edificio amarillo de siete pisos y dos subterráneos, construido por el
arquitecto Martín Lira, se transforma cada invierno en una miniciudad entre
montañas con todos los servicios y entretenciones a la mano. Este es un hotel
con mucha vida, hay pasajeros de todas partes del mundo, se conversan distintos
idiomas y abundan los grupos familiares.
Además de sus 123 habitaciones,
hay múltiples espacios comunes que congregan a niños y adultos después de largas
jornadas de esquí, como living, comedor, bar, discoteca, clínica, peluquería,
multicancha, salas de juego, tienda, gimnasio y piscina temperada al aire
libre.
Todos estos lugares son testimonio de la historia de Portillo y de
las distintas épocas que lo han marcado. Sus ambientaciones aún conservan el
espíritu clásico que lo caracteriza, con una completa colección de fotografías
antiguas sobre las paredes y la huella que dejaron destacados profesionales del
mundo de la decoración y arquitectura chilena, como Mario Matta, Luis Valdés,
Patricio Guzmán, Roberto Müller y Luis Fernando Moro.
Con una superficie
esquiable de 500 hectáreas, con 35 pistas y 14 andariveles, este centro invernal
de imponentes parajes se reconoce también por su buena calidad en el servicio.
Desde la excelente mantención de las canchas y una escuela de esquí con
instructores certificados, hasta su reconocida gastronomía a cargo del chef
Rafael Figueroa desde hace 28 años. Él junto a su gran equipo de garzones, con
años de trayectoria en Portillo, trabajan por atender bien y ofrecer una
exquisita comida internacional.
RENOVANDO
HISTORIA
Este es un hotel que sigue vigente, a pesar de su larga
historia. Siempre con la idea de que los espacios deben ir renovándose sin
perder su calidad de refugio, en los últimos años Portillo ha iniciado un
trabajo de remodelación en conjunto con las arquitectas Nicole Labbé y Carolina
del Campo (delcampolabbe.cl), quienes manteniendo el valor de su arquitectura y
la atmósfera interior, han logrado crear acogedores espacios rescatando el
mobiliario original.
“El hotel tiene un sello marcado por la
arquitectura, por sus dueños y su historia, es un refugio, y por esta razón
hemos trabajado de forma muy respetuosa matizando su esencia que nos gusta
mucho”, cuenta Nicole Labbé.
Comenzaron con la remodelación del área del
personal, pensando que todas las personas que aquí trabajan viven largas
jornadas durante la temporada de invierno. Luego el trabajo continuó en los
restaurantes La Posada y el legendario Tío Bob’s, ubicado a 3.100 metros de
altura, conservando el espíritu rústico de este lugar.
En el interior del
edificio, en cambio, el gimnasio original se transformó por completo,
convirtiéndose también en un lugar para conferencias. Aquí se incorporaron
baños, se crearon ventanas, graderías, iluminación apropiada, además de
aislamiento acústico y térmico.
Y para las habitaciones, uno de los
proyectos de remodelación más importante, las arquitectas comenzaron haciendo un
prototipo con la idea de replicarse en un futuro cercano. La idea fue diseñar un
espacio moderno, rejuvenecido, que al mismo tiempo conservara el espíritu de
montaña predominante. De esta forma, se incorporaron nobles materiales,
elementos decorativos que abrigan al pasajero, y parte del antiguo mobiliario
que existe desde los inicios se conservó para ir en línea con la tradición del
hotel.
LA ENTRADA
principal del edificio del Hotel
Portillo fotografiada en época de verano, en la década de los 50.
La
actual renovación de Portillo busca devolver el espíritu original de los
espacios. Para esto, las arquitectas reciclaron antiguos muebles y buscaron
tapices, alfombras y cortinas acordes con la arquitectura del
hotel.
En el año 60, alumnos durante una clase
aprendiendo la técnica de la escuela de esquí austríaca en posición
coma.
Unos de los espacios que muy bien conservan su antigüedad
es el bar, diseñado en su época por Roberto Müller. Aún mantiene ese
estilo medieval en su ambientación y hoy es uno de los lugares más visitados por
los pasajeros de este hotel.
El prototipo de las
habitaciones incluye un nuevo clóset que permite guardar y ordenar las
pertenencias durante el tiempo de estadía; cojines y pieceras fabricados con
telares de lana de oveja, fotografías en blanco y negro de Joaquín Vio y
lámparas negras de la tienda The Popular Design.
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